El nombre de David Byrne está ligado al de la escena musical desde aquellos años 70 en los que el punk derivaba hacia sonidos más limpios, escupiendo mensajes transgresores a ritmo de sonidos más disco de lo que, a priori, podría pensarse. New York estaba on fire, como siempre. El cocedero eterno de espíritus inquietos tenía en su seno a una de las mentes más inquietas y aventureras del panorama, por el que rondaban por su cabeza las incursiones étnicas, ritmos afros y espectáculos multimedia que harían del front man de Talking Heads uno de los outsiders más respetados y considerados de las últimas décadas.
Transgresión y crítica. Ambos términos van de la mano y David Byrne lo pone de manifiesto en su nuevo álbum American Utopia (Nonesuch Records), que sólo el título ya es indicativo de reivindicación.
Han pasado catorce años desde que el artista escocés, nacionalizado estadounidense, publicase su último trabajo con su firma, pero no quiere decir que haya estado quieto. De todos son conocidas sus co-workings con Brian Eno, Fatboy Slim, Caetano Veloso o la más reciente y aclamada colaboración con St. Vincent en 2012. Esta actividad artística le hace estar en constante ebullición creativa y, desde la perspectiva que un afincado neoyorkino puede tener de su propio país, forja este conjunto de diez piezas como crónicas críticas de una sociedad como la contemporánea estadounidense que nos toca sufrir y admirar (algunos más de cerca que otros).
El afán collage colaborador de Byrne hace que American Utopia sea un disco coral, con participaciones del siempre bien recibido Brian Eno, tanto en composición, producción como en instrumentación, y de otros nombres reconocidos como Rodaidh McDonald (Adele, The XX) y Patrick Dillet (Nile Rogers, Sufjan Stevens). El escenario que se dibuja en cada una de las canciones que forman el disco puede resultar bastante familiar, a la par que desolador según el tema tratado, porque ya os aviso que el disco es crítico, muy crítico. Pero, centrándonos en lo musical, el abanico que despliega es vistoso como un pavo real enseñando sus encantos.
Las melodías son de un amplio espectro, de delicada factura y fáciles de escuchar. En todo momento, el oyente se puede sentir cómodo, no hay estridencias, y la obra se puede degustar como si de un musical se tratase. De hecho, no me resulta difícil imaginarlo así, como banda sonora de una obra en la que se narrasen las aventuras y desventuras de un americano en América. Y todo ello con el factor común de la característica voz de Byrne guiándonos por su universo en el que todo y todos tienen cabida.
Os invito a que escuchéis American Utopia aquí y me digáis que os parece.
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