Seguimos con la semana negra para el mundo del arte, porque en esta ocasión vuelve a tocar de lleno al gremio musical. Glenn Frey, miembro de la mítica banda norteamericana Eagles, falleció el pasado 18 de enero.
Guitarrista y fundador de Eagles, actor y con carrera musical en solitario, Glenn Frey es el New kid in town que ha abandonado definitivamente el Hotel California, dejando sus habitaciones vacías para siempre. Con sesenta y siete años, las complicaciones físicas pudieron con él, aunque en el recuerdo perdurarán, no sólo los clásicos de su grupo (incluyendo la reunión de 2007), sino también los cuatro discos de estudio realizados en los ochenta y comienzos de los noventa. Quizás no brilló por su música arriesgada, ni por su modernidad. Tal vez la fuerza del country-rock tan vivo en los setenta, dejó paso a otras modalidades más comerciales y esto desluce un poco, la verdad. Tal vez, las composiciones con cierto tufo norteamericano no tuvieron tan buen recibimiento en aquellos dorados años de pop sencillo y techno, y por eso había que maquillarlas de alguna manera.
Pero es innegable que Eagles forma parte de nuestra memoria histórica musical y de ello se encargan todavía las emisoras de radio globales. Y, con ellos, un discreto Glenn Frey que planeaba junto a sus compañeros para dar un compacto sentido a todo el proyecto. Como decía antes, también tuvo frutos desiguales en solitario, pero hoy lo voy a recordar con el que puede ser el tema más frívolo de su repertorio, pero a mi me resultó espectacular en su momento por su potencia y su punteo de guitarra. Descanse en paz.
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