Muere David Bowie a los 69 años de edad recién cumplidos y tan sólo unos días después de haber lanzado su último álbum "Blackstar". El mundo de la música está de luto por la desaparición del maestro que llenó de innovación las últimas cinco décadas.
Justo el día en que me disponía a hacer comentarios sobre el magnífico último álbum de David Bowie, "Blackstar", no tengo más remedio que sustituirlo por un obituario que no tenía ganas de escribir. El gran Duque Blanco nos ha abandonado. Se que es algo que en algún momento tenía que suceder, pero nunca estás lo suficientemente preparado para encajar noticias como ésta. Durante mucho tiempo, el artista británico se mantuvo alejado de cualquier foco de atención, enclaustrado y escondido tras su vida familiar y sin noticia alguna de sus andanzas, salvo esporádicas colaboraciones. De repente, sorprendió a todo el mundo con la publicación del excelso "The Next Day" (2013), cuando una parte del planeta se temía lo peor de su destino y la otra parte estaba deseando volver a tener noticias suyas y soñando con la poco probable vuelta a los escenarios. Siguiendo unos cánones poco ortodoxos de publicación (ninguna publicidad previa, streaming completo en iTunes de manera gratuita por un tiempo, cero apariciones en promoción,...), el álbum se convirtió en el evento musical del año en la industria discográfica haciendo sombra con creces a otros lanzamientos más elaborados.
De nuevo, David Bowie ha hecho lo que ha querido y como lo ha querido. Volviendo a coincidir con su cumpleaños, lanzó por sorpresa su nuevo disco, "Blackstar", con la presentación en forma de Lazarus y su vídeo acompañamiento, mostrando a un Bowie mayor, pero musicalmente en forma. La primera audición del álbum es sorprendente, porque siguiendo la estela del anterior nos encontramos mezcla de estilos al más puro sello Bowie. Todo un legado de pop, rock y jazz que culminan una carrera impecable que comenzó en 1967 y que ha estado plagada de obras de arte, más o menos criticadas en algunos casos pero de un incalculable valor musical. Riesgo, innovación, elegancia, modernismo, son algunos de los apelativos que son inapelables a la hora de describir la obra del Duque, porque si algo destaca su personalidad musical es la eterna independencia en sus creaciones. Hasta incluso cuando fue vilipendiado por sus abrazos a convencionalismos norteamericanos con "Let's Dance" (1983), fue indiscutible el gran alcance mediático que obtuvo y el gran éxito alcanzado. Una vez más, la crítica tuvo que arrodillarse ante él cuando rompió esquemas en Tin Machine, proyecto precursor de sonidos grunge (cuando aún no se sabía qué era eso) y que puso punto en boca a los que daban por finalizada la carrera del artista tras publicar algunos discos de menor calado (según ellos).
Maravillas como Heathen (2002) y Reality (2003) pusieron el punto y a parte en su carrera, con el susto añadido de los problemas cardíacos sufridos en plena gira, lo que hizo quitarle del medio sin saber nada de él... hasta diez años después. Poca gente es capaz de no sucumbir al poder de la fama y las luces de los flashes y permanecer diez años oculto, sobre todo si eres una persona tan buscada y perseguida como lo fue David Bowie, pero lo consiguió. A otro nivel, tan sólo se me viene a la memoria un ejemplo parecido, como lo sucedido con Syd Barrett.
Lamentablemente, ya no se encuentra entre nosotros físicamente, pero aún lo tendremos eternamente en nuestra memoria gracias a las inmortales piezas musicales que nos ha dejado como gran regalo a la humanidad. Algunas de sus composiciones son himnos, otras son clásicos y la inmensa mayoría son canciones que para cada uno de nosotros adquieren una importancia especial porque forman parte de nuestros recuerdos. Si quisiéramos ver más allá de lo que nos corresponde como amantes de la música, a lo mejor podríamos llegar a pensar que el título de su último álbum podría ser premonitorio, e incluso que el del anterior podría ser un cántico a la oportunidad de vivir un día más, viendo el futuro que se le avecinaba... Pero no quiero hacerlo. Prefiero quedarme con lo que David Bowie seguro desearía que todos hiciéramos: recordarle por su música.
Coincido con lo que dices al final del post, a mí tampoco me gusta ponerme melancólico y nostálgico cuando alguien como bowie muere, básicamente porque no es nostalgia por él sino por lo que era nuestra vida cuando oíamos sus canciones hace muchos años.
ResponderEliminar(¡ Joder qué bien cantaba!)
Ni los riffs, ni los ritmos, ni las letras de las canciones serían nada sin su voz. Y si no, haced la prueba. Cualquiera que interprete una canción de Bowie lo que hará será intentar interpretarla, solamente.
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