Julio de la Rosa participó en el décimo aniversario del Nocturama sevillano, dejando totalmente claro que es un animal escénico, que atraviesa con sus letras cotidianas pero afiladas y que despliega un abanico sonoro aparentemente difícil de poner en práctica en directo. Pero, él lo consigue.
El asunto estaba complicado de levantar y ponerlo en pie. Tras una soporífera y mal enlazada actuación del grupo precedente, la noche pintaba en bastos y tan sólo me quedaban ganas de irme a dormir a casa. El Nocturama no me podía defraudar tanto, no puede ser. Y menos en su décimo aniversario. Pero, no. Yo había ido allí a ver un concierto y eso es lo que quería hacer, así que me agarré los machos y aguanté como un jabato las innumerables (a la vez que insípidas) canciones del grupo que abrió la velada.
El asunto estaba complicado de levantar y ponerlo en pie. Tras una soporífera y mal enlazada actuación del grupo precedente, la noche pintaba en bastos y tan sólo me quedaban ganas de irme a dormir a casa. El Nocturama no me podía defraudar tanto, no puede ser. Y menos en su décimo aniversario. Pero, no. Yo había ido allí a ver un concierto y eso es lo que quería hacer, así que me agarré los machos y aguanté como un jabato las innumerables (a la vez que insípidas) canciones del grupo que abrió la velada.
Mereció la pena. Como si de un mago se tratara, Julio de la Rosa se sacó de la chistera una actuación potente y espectacular. Acompañado de su banda, el sonido eléctrico, a veces desgarrado y a veces melódico, comenzó a brotar de cada uno de sus temas y nos hizo disfrutar durante el escaso tiempo que le dejaron.
Los cinco músicos que rodeaban a Julio de la Rosa iban hilando la tela que, poco a poco, compondría la ristra de canciones interpretadas y, como no, perfectamente centradas en los Pequeños trastornos sin importancia (Ernie Producciones, 2013) de Julio, al frente de la formación. Aunque hubo sitio para composiciones anteriores, vibrantes resultaron Colecciono sabotajes, Kiss, kiss, kiss me ("sufrirás por mi...subnormal"), Un corazón lleno de escombros, Maldiciones comunes ("...y si escuece..que te jodan"), Gigante, Glorieta de trampas o La fiera dentro. Personalmente, estaba expectante por ver cómo resolvía en directo la coralidad excesiva de estos temas y "trastornos". El resultado, más que conseguido.
No podían faltar referencias a la etapa en El Hombre Burbuja con Kill the mosquito y ¿Por qué no folláis?, bien seguidas por los incondicionales (sobre todo el estribillo de ésta última... ¡mira que nos gusta gritar palabras llamadas "malsonantes"!. Imagínate cómo interpretamos Maldiciones comunes).
Por eso, entre otras cosas, digo que Julio de la Rosa fue el mago de la noche. Convirtió un desastre manifiesto en un vapuleo de gritos, distorsiones y melodías preciosistas que hicieron que nos fuéramos del recinto con dos cosas: una sonrisa puesta y la sensación de que todo mereció la pena. Ahora, quiero más.
Los cinco músicos que rodeaban a Julio de la Rosa iban hilando la tela que, poco a poco, compondría la ristra de canciones interpretadas y, como no, perfectamente centradas en los Pequeños trastornos sin importancia (Ernie Producciones, 2013) de Julio, al frente de la formación. Aunque hubo sitio para composiciones anteriores, vibrantes resultaron Colecciono sabotajes, Kiss, kiss, kiss me ("sufrirás por mi...subnormal"), Un corazón lleno de escombros, Maldiciones comunes ("...y si escuece..que te jodan"), Gigante, Glorieta de trampas o La fiera dentro. Personalmente, estaba expectante por ver cómo resolvía en directo la coralidad excesiva de estos temas y "trastornos". El resultado, más que conseguido.
No podían faltar referencias a la etapa en El Hombre Burbuja con Kill the mosquito y ¿Por qué no folláis?, bien seguidas por los incondicionales (sobre todo el estribillo de ésta última... ¡mira que nos gusta gritar palabras llamadas "malsonantes"!. Imagínate cómo interpretamos Maldiciones comunes).
Por eso, entre otras cosas, digo que Julio de la Rosa fue el mago de la noche. Convirtió un desastre manifiesto en un vapuleo de gritos, distorsiones y melodías preciosistas que hicieron que nos fuéramos del recinto con dos cosas: una sonrisa puesta y la sensación de que todo mereció la pena. Ahora, quiero más.
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