Los chicos de Maryland tienen ya su nuevo trabajo discográfico en la calle, con el dramático título de Los años muertos (Ernie Producciones) y, con una gira de presentación ya en puertas, plantean una propuesta llena de sugerentes abismos personales no exentos de gran carga emocional.
Hay una cosa que destaca por encima de todo, y es lo que primero llama la atención si se les conoce de antes. Este nuevo álbum de Maryland es la zambullida total en las letras escritas, e interpretadas, en castellano. No son los únicos que han dado un giro en el idioma empleado pero, en una formación de marcadas influencias anglosajonas, no se esperaba esta apuesta lo que convierte el disco en algo aún más llamativo, si cabe.
Si seguimos profundizando, Los años muertos está lleno de melodías poderosas de gran melodramatismo, reforzado por unas letras algo crípticas que encierran tristeza en su tonalidad. En conjunto, es de esas obras en las que los protagonistas hablan de sus sensaciones y sentimientos encontrados con una realidad a la que no pueden dominar, y eso provoca impotencia que se queda reflejada en los sonidos nostálgicos disimulados con los característicos rasgueos potentes de guitarra a los que nos tiene acostumbrado el grupo.
Hay una cosa que destaca por encima de todo, y es lo que primero llama la atención si se les conoce de antes. Este nuevo álbum de Maryland es la zambullida total en las letras escritas, e interpretadas, en castellano. No son los únicos que han dado un giro en el idioma empleado pero, en una formación de marcadas influencias anglosajonas, no se esperaba esta apuesta lo que convierte el disco en algo aún más llamativo, si cabe.
Si seguimos profundizando, Los años muertos está lleno de melodías poderosas de gran melodramatismo, reforzado por unas letras algo crípticas que encierran tristeza en su tonalidad. En conjunto, es de esas obras en las que los protagonistas hablan de sus sensaciones y sentimientos encontrados con una realidad a la que no pueden dominar, y eso provoca impotencia que se queda reflejada en los sonidos nostálgicos disimulados con los característicos rasgueos potentes de guitarra a los que nos tiene acostumbrado el grupo.
En este disco os podéis encontrar con esa, a veces, placentera sensación de tener que escucharlo una segunda vez para sacarle el fruto que encierra. Abriendo con la canción que da título al álbum, los derroteros contundentes del power-pop en el que residen siguen marcados con las determinantes y luminosas Declaración de intenciones y Viaje a Tasmania, dejando espacio para apartados más reflexivos como Requiem y la que cierra el viaje, Camino. Entre ambos registros, también se encuentra Tiempos de azar, una de mis favoritas y que me recuerda bastante a la explosiva Atomic bomb, incluida en Get cold feet (Ernie Producciones, 2011). El quinto dedo, Cambio de filo y Días de reinado, son otros ejemplos en los que la fuerza eléctrica se entrelazan a la perfección con las voces principales de Rubén y Arturo. Quizás el tema más festivo, por sus características veraniegas, sea La caleta del sol que sirve como contrapunto melódico al resto de bombas de relojería, pero que no se queda atrás.
En definitiva, personalmente me alegro mucho de que Maryland esté en pleno proceso de promoción de su ya tercer trabajo discográfico, porque eso quiere decir que, en breve, podré tener de nuevo el placer de ir a verles en su potente directo y, como no, saludarles si me lo permiten.
En definitiva, personalmente me alegro mucho de que Maryland esté en pleno proceso de promoción de su ya tercer trabajo discográfico, porque eso quiere decir que, en breve, podré tener de nuevo el placer de ir a verles en su potente directo y, como no, saludarles si me lo permiten.
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