Aunque haya quedado relegada a las cadenas de radio más generalistas (y no todas), Sade nos ha brindado la oportunidad de que la sensualidad vocal roce nuestros tímpanos, acariciando las orejas como ella solo sabe hacer.
Antes estaba hasta en la sopa y, si no eras mucho de smooth-jazz con amplias dosis de soul impregandas de mucho pop, podías acabar harto de escucharla. Pero, he de reconocer que ese no era mi caso. De hecho, para mi, Sade ha sido de esas artistas cuya música ha ganado con el tiempo (será, quizás, porque no la radian tanto). De figura esbelta y estática, con espalda infinita y sus exóticos ojos, lo más espectacular era su voz, tan suave y engolada a veces que caías atrapado como en una telaraña a su merced.
Quizás el momento y las circunstancias vitales que le rodearon, no hicieron de Sade una artista mayor de lo que ya fue, pero tenemos sus grandes temas. Aún sigue en activo, pero no es como antes. Aquí os dejo una de mis favoritas: No ordinary love.
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