Dos horas y media de concierto, ante un aforo completo en los jardines del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, hicieron de la noche del quince de agosto una velada muy especial de la mano de Santiago Auserón, encarnando a su faceta animal Juan Perro, y haciendo que el Ciclo de Conciertos Nocturama se marcase otro buen tanto para sus haberes.
Hacía calor pero se estaba bien, a pesar de que la masa humana congregada allí hacía que los pocos grados menos que habitualmente albergan los jardines se contrarrestasen. Con una magnífica organización por parte de La Suite, y la luna creciente como espectadora de excepción, aparecieron por el escenario Juan Perro acompañado de su socio en estas correrías, el guitarrista Joan Vinyals, arquitecto y aparejador de esta "Casa en el aire" y que estaban dispuestos a vendernos bien. Durante todo el recital, la personalísima voz de Santiago Auserón adoptó diferentes formas y registros, desde ser contador de historias que amenizaban los preludios de cada canción hasta algún que otro cacareo a ritmo de son cubano o blues añejo.
Fueron muchas las citas y memorias, comenzando por recordar a Joe Strummer con José Rasca u homenajear a Compay Segundo con El carro, y poco a poco la cosa iba a mayores. El espíritu traído desde las costas caribeñas se iba transformando y entrelazando con versiones bluseras de algunos de sus grandes temas "caninos". Como era de esperar, Radio Futura no apareció en momento alguno (tan sólo en la primera canción que el pinchadiscos puso al terminar la actuación y que daba comienzo a un discreto after party), y sobrevolaron por las cabezas de los asistentes muchas de las piezas pertenecientes a Río Negro (2011), su quinto y último álbum hasta la fecha con esta encarnación. El alma negra y rocanrolera de los músicos salió a flote en temas de gran factura, como Pies en el barro, la mismísima Río Negro, o una impresionante versión más cruda de Malasaña.
Aquello ya era imparable y Joan Vinyals (el demoni del Passeig de Gràcia, como el propio Santiago insistía en presentarle) ofrecía unos deliciosos punteos entre verso y verso del Juan Perro más poeta, caldeando el ambiente y preparándolo hacia el final, que prometía ser apoteósico. El repertorio seguía avanzando, entre reflexiones medio en broma medio en serio del maestro de ceremonias, y pudimos gozar con la hermosa Obstinado en mi error, perteneciente al segundo trabajo La Huella Sonora (1997), nombre que el artista puso a su actual propia productora, la espectacular Girasoles robados y la suave El mirlo del pruno, de su último trabajo, el precioso bolero No más lágrimas perteneciente a su anterior álbum Cantares de Vela (2002)... saltando, en definitiva, sobre sus cinco trabajos discográficos y ofreciendo algunas versiones extendidas por obra y gracia de la mano izquierda del demoni. Impresionante.
Como os decía antes, la máquina seguía su curso e iba creciendo poco a poco. Se notaba en el ambiente y, tras una paradita anunciada por Santiago Auserón para refrescarse, volvieron a la carga con las sorpresas anunciadas ya desde el inicio del concierto. Acompañados por Raúl Rodríguez primero y, a continuación, por Raimundo Amador, se desató una sucesión de jam sessions en las que los tres guitarristas alternaban sus artes instrumentales con las frases de Juan Perro, sobresaliendo el protagonismo de Raimundo y sus, a veces, interminables punteos bluseros. No era la primera vez que andaban juntos en estas correrías, pues ya lo hicieron en su anterior cita sevillana, allá por enero de este mismo año en el Teatro Lope de Vega, y ya tenían mucho recorrido. Durante más de media hora, pasaron por allí versiones más que ampliadas, y celebradas por el público asistente, de Charla del pescado (Mr. Hambre, 2000), La Zarabanda, Fonda de Dolores (Raíces al viento, 1996), Reina Zulú y La nave estelar, ambas del último disco.
Como habéis podido comprobar, no había momento para el aburrimiento que pasó de largo por delante de la puerta de La Cartuja sevillana, y sí hubo espacio para una auténtica clase magistral de música. Nunca había visto a Santiago Auserón en directo, ni tan siquiera en su época más movidita, y tampoco sabía muy bien qué me iba a encontrar, siendo como era un auténtico desconocedor de su discografía como su alter ego Juan Perro. Quizás se unieron muchos factores: buenas interpretaciones, buen sonido, buena compañía y la magia de la noche... ¡Bien por el Nocturama!
Como os decía antes, la máquina seguía su curso e iba creciendo poco a poco. Se notaba en el ambiente y, tras una paradita anunciada por Santiago Auserón para refrescarse, volvieron a la carga con las sorpresas anunciadas ya desde el inicio del concierto. Acompañados por Raúl Rodríguez primero y, a continuación, por Raimundo Amador, se desató una sucesión de jam sessions en las que los tres guitarristas alternaban sus artes instrumentales con las frases de Juan Perro, sobresaliendo el protagonismo de Raimundo y sus, a veces, interminables punteos bluseros. No era la primera vez que andaban juntos en estas correrías, pues ya lo hicieron en su anterior cita sevillana, allá por enero de este mismo año en el Teatro Lope de Vega, y ya tenían mucho recorrido. Durante más de media hora, pasaron por allí versiones más que ampliadas, y celebradas por el público asistente, de Charla del pescado (Mr. Hambre, 2000), La Zarabanda, Fonda de Dolores (Raíces al viento, 1996), Reina Zulú y La nave estelar, ambas del último disco.
(Fotografía cedida por Laura Llopis) |
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