Iván Ferreiro, voz y teclado, acompañado de su hermano Amaro abrazado a su guitarra. Esa fue la composición que subió al escenario del Teatro Cajasol el pasado día 3 de mayo, en Sevilla dentro del ciclo La Espiral Acústica organizado por Spyro Music, para convertirse por casi dos horas en la viva imagen de la desolación hecha canciones. Nunca la tristeza causó tanta hilaridad, seguramente contenida por lo solemne del recinto y el espectáculo tan sobrio, a medida que el propio Iván hacía las veces de maestro de su propia ceremonia.
Por mucho que se empeñen, como dice el propio autor haciendo gala de retranca gallega, las canciones que componen son tristes. No pueden evitarlo y, por descontado, ahí está la clave del éxito. Con muchos años de experiencia a sus espaldas, Iván Ferreiro se ha hecho un hueco lleno de respeto y devoción por parte de sus seguidores que lo que esperan escuchar son sus diatribas y reflexiones sobre las cosas malas y ruines de los seres humanos en sus relaciones más o menos amorosas.
Durante casi dos horas circularon las canciones que todos querían escuchar, aunque la mejor manera de hacerlo no sea sentado en una butaca (en mi humilde opinión). En menos de un año es la tercera vez que visita la ciudad y, amén del recital conjunto con Leyva, el concierto ofrecido el pasado mes de agosto en el ciclo Nocturama fue, con diferencia, mucho más excitante, a pesar de contener una inmensa mayoría de temas comunes.
Pero, no defraudó. Nunca lo hace. A pesar de que muchas de las canciones poseen una melodía que suena parecida de una a otra, lo que las hace diferentes son las letras. Esas letras que dibujan situaciones más o menos mordaces y terribles que te empujan a corearlas, como si fueran himnos con los que la gente se sintiera identificada, aún siendo terribles en su trasfondo. De esa forma, llegó su ya célebre Zona Sucia compuesta por una triada de canciones a cual más "miserable" y llena de mierda. Extrema pobreza, Farenheit 451 y Ciudadano A, formaron parte de todo un compendio de fotografías que iban mezclando el color y el sepia por medio de Paraísos perdidos, interpretando Canciones para el tiempo y la distancia, hablando de sus experiencias con M, demostrando que El equilibrio es imposible, o viajando inevitablemente a los Años 80 para hacernos Promesas que no valen nada.
En medio, nos ofreció tres canciones supuestamente nuevas que formarían parte de un próximo disco y que quería probar allí, con nosotros. Tanto los títulos de las canciones como del disco me da la sensación que no eran para nada los definitivos. Probablemente, fueron creados sobre la marcha. Pero, también hubo sitio para las versiones con Vidas cruzadas de Quique González, e incluso alguna sometida a votación popular como 1999 de Love of Lesbian. En un momento de la velada, subió al escenario Miguel Rivera, de los sevillanos Maga, con quién Iván y Amaro interpretaron 19 y un homenaje a sus paisanos gallegos Golpes Bajos con Escenas olvidadas.
Para finalizar, a pesar de decir que no la iba a interpretar para renovar el repertorio, apareció la siempre bien recibida Turnedo para mayor regocijo del público asistente que se fue de la sala con un muy buen sabor de boca y con ganas de volver a ver a este gran artista, esperando que el camino que ha sabido trazar le traiga de nuevo por aquí con su nuevo material bajo el brazo...sin olvidar el pasado, por supuesto.
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