La primera definición que se me viene a la cabeza es la de adictivo. El nuevo trabajo de Julio de la Rosa, llamado Pequeños trastornos sin importancia, es un compendio de diez situaciones que profundiza en las miserias y virtudes humanas, como una incisión directa a las venas, una "herida universal".
Su faceta literaria se funde con la musical en cada una de las composiciones de este larga duración, publicado por Ernie Producciones, adornadas todas con la profunda y melancólica voz de Julio que, en ciertas ocasiones, recuerda a una mezcla de Nacho Vegas, Christina Rosenvinge o el mismísimo Bunbury, que forma parte de la numerosa nube de colaboraciones que han tomado parte de este disco.
Las estructuras musicales son elaboradas y se acompañan de unos coros compactos, con cierto tono angelical que, en ocasiones, genera una cortina de voces en torno a la principal de Julio que queda al mismo plano. En cuanto a las canciones, diferentes estilos y duraciones hacen que la escucha sea fácil y cómoda, a la vez que intensa si nos paramos a escudriñar en las letras, fundamentalmente dirigidas al amor y todas sus circunstancias por muy ácidas que resulten. El álbum lo conforman diez canciones que, bien mirado, casi podríamos decir que son trece, dado que las canciones más extensas se dividen cada una en dos partes muy bien diferenciadas.
La primera de ellas, Colecciono sabotajes, es una de esas canciones con dos etapas. La primera descriptiva de un amor desgastador y la segunda, más onírica, yendo de menos a más en la cortina de voces que se van mezclando hasta convertirse en un auténtico muro que se eleva en volumen. No quiero dejar pasar la oportunidad de destacar que la interfase entre ambas la construyen unos versos a capella que me recuerdan mucho a algo parecido que aparece en Country house, de Blur. Con Gigante, la cosa se pone más irónica con el mundo que nos rodea, con una relación de personajes reales que, en definitiva, debemos de obviar. A continuación viene la que, para mi, es la canción con más feeling de todo el disco, y la que más me recuerda a Christina Rosenvinge en la forma de interpretar y recitar las frases. Kiss, kiss, kiss me hace de nuevo gala de los estupendos coros de los que se acompaña en todo el disco, y da paso a una deliciosa Un corazón lleno de escombros, retrato vivo (y vivido por muchos) del desmoronamiento al que nos vemos abocados ante la irrupción en nuestras vidas de la persona por la que somos capaces de cambiar.
A continuación, se va desplegando poco a poco la pieza más oscura del disco, como es La fiera dentro, la segunda de las piezas que perfectamente se puede dividir en dos partes, resultando la segunda el contrapunto a la primera, con evolución en el tempo y acabando en cascada in crescendo de coros superpuestos. De nuevo, frenazo para degustar otra de las deliciosas piezas del complicado puzzle amoroso creado en la mente de Julio, como es Borrón y cuenta nueva en la que decir adiós se convierte en un alegato de la libertad conseguida tras abandonar una relación tóxica, aunque con un grado de contaminación menor que lo preconizado en Tarde a todas partes, donde se achaca al atontamiento general alcanzado al estar enamorado el hecho de dejar que tu vida se desordene hasta límites insospechados.
Por fin, llegamos al que ha resultado ser elegido como primer sencillo (y vídeo) de estos trastornos. La situación a la que llegan dos personas que se aman tanto como para ser inevitable desearse daño mutuo por las cosas que se han hecho pasar. Eso es Maldiciones comunes, con el ambiente enrarecido por las agrias guitarras que contrastan con la alegría extraña del que desea el mal ajeno. Así, se da paso a la tercera de las composiciones dobles, Glorieta de trampas, de final apoteósico entre gritos desesperados y consignas confusas. Finalmente, toda la tormenta desemboca en una paz sosegada de la mano de El amor saludable, con la que Julio de la Rosa reivindica el amor sencillo, sin aspavientos, comprensivo y siempre mejorable.
No sabría decir cuántas veces he escuchado este disco antes de escribir este artículo...Tampoco se decir cuántas lo escucharé a partir de ahora, pero os garantizo que serán muchas. ¿Te unes al selecto club de los trastornados? No te arrepentirás.
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