El pasado 18 de noviembre, un simbólico gran aparato de radio presidía el escenario del Teatro de la Maestranza simbolizando Radio Music Society, el último trabajo de la norteamericana Esperanza Spalding que esa noche venía a presentar, dentro del Ciclo de Grandes Intérpretes.
Con todos los once instrumentistas que la acompañan situados en sus respectivos sitios, comienza a sonar lo que sería la búsqueda en el dial de esa imaginaria radio, a la caza y captura de la emisora que todos necesitamos como banda sonora de ese momento. Tras un amplio barrido por diferentes estilos musicales, a modo de sketches, finalmente se detiene en el comienzo del concierto mientras una menuda y descalza Esperanza Spalding hace acto de presencia desde el backstage, portando y tocando su bajo eléctrico.
Comenzó el espectáculo de la misma forma que lo terminó, presentando a cada miembro del equipo de músicos que, a lo largo del concierto, irían demostrando sus grandes habilidades a base de improvisaciones magistrales, en las cuales la propia Esperanza volvería a irles mencionando en justicia. El planteamiento seguido por la intérprete fue de un continuo diálogo entre ella y la música, a modo de historias introductorias de las canciones, con el detalle de emplear el idioma castellano en algunas ocasiones haciendo más empático su contacto con el público.
Desde su inicio con Hold On Me, ya se intuía que la velada iba a estar llena de movimientos instrumentales coloristas, entre los que se encontraría la propia voz de una Esperanza Spalding pletórica, cuyos registros vocales estaban deambulando, con total naturalidad, entre la calidez y suavidad naturales de una gran cantante de jazz y la potencia que emanaba de la juventud de sus cuerdas vocales cuando así lo requería. Durante todo el concierto, la artista alternaba entre el bajo eléctrico y el contrabajo, instrumento con el cuál parecía que bailaba en el centro del escenario, sobre una gran alfombra situada a sus pies. Mientras, se iban sucediendo los temas, como I Can't Help It, Smile Like That, o un impresionante Black Gold, en la que la espectacular introducción vocal realizada por Chris Turner, con la que la propia Esperanza jugó a modo de conversación improvisada, predispuso al público a disfrutar de esta gran canción de ritmo asequible a caballo entre el soft-jazz y el soul.
Leo Genovese, a los teclados, y Jeff Lee Johnson, guitarra eléctrica, se mantuvieron en un segundo plano frente al completo protagonismo que adquirió una impresionante sección de vientos, auténtico pilar básico de todo el recital. Son de destacar los vericuetos musicales por los que sondeaban Igmar Thomas, trompeta, y Renato Caranto, saxofón, cada uno en su estilo pero con el único fin de mantener hipnotizado al público que llenaba el Teatro de la Maestranza, dejándonos clavados en el asiento como si nos faltase el aliento de ver cómo lo hacían. Hailey Niswanger, saxo, Brian Landrus, saxo, Jeff Galindo, trombón, Corey King, trombón, y Leala Cyr, trompeta y coros, completaban el fastuoso cuadro de músicos sobre un escenario discreto en iluminación y elegante puesta en escena.
La sesión principal se terminó con la interpretación de la canción que evoca y encierra en un círculo todo el propósito del concierto, Radio Song, en la que la cantante hizo participar al público coreando el estribillo y que, ante la timidez del respetable, tiró de tablas y recursos y, aludiendo a que se encontraba en Sevilla, pensó que podía ser más fácil cantarlo mientras se sigue el ritmo con las palmas.
Se fue tal y como vino y se dio por terminado el concierto. Pero, aún había tiempo para deleitarnos con una sorpresa en el bis, ya que salieron al escenario tan sólo Esperanza Spalding acompañada de Lyndon Rochelle, batería, haciendo un mano a mano interpretativo entre los bailes vocales de Spalding, sus recorridos vertiginosos por el mástil de contrabajo y las escobillas inquietas de Rochelle sobre los tambores.
Realmente, la música que allí escuchamos se podía sentir y era muy adecuada para moverse y dejarse llevar por el atrevimiento del swing, los resplandores del funky, la espontaneidad del jazz y la sobriedad del soul que la joven Esperanza domina a la perfección como auténtica maestra de una ceremonia de la que nosotros formamos parte.
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