Nos encontramos ante un gran disco, sin duda. Grandes dosis de rock and roll entregadas con un envoltorio de calidad, sencilla pero elegantemente producidas, para ser degustadas aspirando el humo de un cigarrillo y dándole un buen trago al vaso de whisky. La nave de los locos encierra diez canciones (realmente, son nueve más un bonus track) que destilan historias tórridas de hombres duros que van navegando mojados en alcohol y mujeres, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.
Un disco que comienza su travesía con la canción homónima y que ofrece la antítesis de una situación caótica, como la actual, frente a lo que un loco sería capaz de hacer: oponerse al movimiento "bailando el rock". Una frase que, a priori, podría resultar banal pero que, bien pensado, es lo que podemos hacer todos en un momento dado, a solas con nuestros pensamientos.
"Al sexo escrito le ha vencido el sexo oral". ¡Qué gran frase! Creo que, si el maestro Sabino Méndez me lo permite, la voy a utilizar como sentencia de cabecera, reivindicando que El mundo necesita hombres objeto. Una vez más, el sueño de todo humano se plasma en querer ser "proveedor y juguete", deseado y utilizado, amado y amante.
El primer sencillo elegido para presentar el nuevo trabajo constituye una celebración de la rebelión. Contento por poder ver cómo la sangre sigue estando caliente en contra de los movimientos borreguiles y comprobar que la gente pasa delante del tipo duro y grandote sentado en la barra de un bar, emocionado por ver la pelea que está a punto de estallar. Una alegría por sentirse vivo y por poder vernos en una de esas, sin quedarnos quietos "a verlas venir".
Con Muñecas rusas volvemos a los coros característicos que ya aparecieron en la primera canción, en medio de un ritmo que continua siendo fuerte, rápido, para dar paso al medio tiempo de transición con Paseo solo, pausada declaración de intenciones de corte rock-folk donde el deseo por estar con la otra persona se mezcla con la confusión de estar solo de repente, planteando dudas sobre una y otra opción (ni contigo, ni sin ti).
El ritmo se hace más cadencioso para recibir a Mi bella ayudante en mallas, donde Loquillo baja aún más el tono de su grave voz, hasta casi susurrar, marcando el paso del tiempo con un tick-tack mientras la intriga de la canción queda reflejada a través de una guitarra cuyas notas hacen vaivén como traídas por la brisa, y llevadas por su palanca.
La luz vuelve a aparecer entre la oscuridad con un tema de melodía épica, De vez en cuando y para siempre, que con nostalgia palpable hace eco de todo aquello que sucede por primera vez pero que, cuando sucede, ya es para siempre. Pequeños grandes hechos, a veces cotidianos, que marcan un antes y un después en la vida (o la muerte) de una persona. La reflexión que Sabino hace por boca de Loquillo, recuerda armónicamente a la grandilocuencia de Perlas ensangrentadas, de Alaska y Dinarama, dotando a la banda del protagonismo que requiere en este álbum.
Las guitarras vuelven a beber aguardiente para acompañar Planeta rock y su rabia incontenida a la hora de plantear la honestidad brutal que se debe profesar en el camino que hay que seguir, para "estremecer a la nación".
A modo de falsa balada, las declaraciones amorosas que las parejas se hacen bajo la Luna de Montjuic se tornan en desgarrados acordes que recuerdan los amargos finales y el dolor de ver cómo un escenario, antes imprescindible, se convierte en totalmente evitable por motivos de salud mental. Una ruptura con el pasado mientras te alejas con el coche, dejando a tus espaldas el mar y la banda sonora se hace más grande a tu despedida.
Para terminar, qué mejor manera que con una Canción de despedida, a dúo con Mikel Erentxun y que aparece en la edición CD. Una suerte de expiación de todos los pecados cometidos, aunque no sea fácil del todo abandonar, pero con la predisposición de querer cambiar las cosas y decir adiós a todo lo vivido, sin arrepentimientos.
Han pasado veintitrés años desde que Sabino Méndez abandonó a Loquillo y muchas las cosas sucedidas desde entonces. Cada uno ha vivido su parte pero, ahora, vuelven a encontrarse de nuevo en la misma dirección y nos regalan un auténtico viaje de vuelta hacia la esencia, pero sin paternalismos ni copias de si mismos. Ambos tienen suficientes tablas encima como para saber que lo hecho, hecho está, y que ahora lo que hay que hacer es un sendero nuevo. De eso, se han encargado y muy bien, por cierto.
La producción de Jaime Stinus ha hecho que las letras y música de Sabino posean cierto toque callejero, potenciado por la forma de grabar el disco, casi como si fuera en directo.
Como dice el propio Loquillo: "La nave de los locos es un disco de rock and roll para tiempos duros. No son tiempo de refugiarse en teatros con acústicas, vivimos tiempos de guitarras afiladas, de revueltas en las calles, de actitudes incendiarias. El rock and roll no puede quedarse al margen de la realidad, son tiempos de demostrar que la cultura rock no es un entretenimiento sino un patrimonio de todos, un arma cargada de ira contra la mentira, un grito de esperanza ante el desanimo".
Este tio ha envejecido con absoluta honestidad y coherencia. Y, aunque me gustaron mucho los discos de los trogloditas, estos últimos me parecen mas contundentes y cuerdos.
ResponderEliminarGran crítica.
Sr. Smith
Muchas gracias, Sr. Smith. Es cierto que ha ido madurando y adoptando caminos musicales acordes a su presencia.
ResponderEliminarRealmente, siempre es una buena noticia escuchar discos que no sean revivals.
Saludos!!