Hacía ya tres años desde la última visita de Bruce Springsteen a Sevilla, y en los alrededores del estadio se notaban las ganas que había de concierto. Pese al (insoportable) calor, buena entrada y muy buen ánimo. Los vejetes que casi llenamos el estadio olímpico (único estadio olímpico del mundo en el que nunca se han celebrado unas olimpiadas, para cojones, el ayuntamiento) discurríamos tranquilamente hacia las entradas con los nervios habituales de estas ocasiones. Además llegábamos algo más tarde de lo que pretendíamos porque esta vez no hubo lanzaderas especiales de las que dejan a las puertas del estadio.
Nada más entrar notamos dos cosas, por este orden:
- Había pocas barras
- El escenario estaba a la mitad de la pista, no al fondo como otras veces.
Vistamos las barras (excelente el funcionamiento, da gusto ver trabajar bien a la gente), buscamos un sitio apropiado con la tranquilidad y educación habituales en los conciertos de puretas, y a esperar.
Y a las 21:20 salió Springsteen y la E-Street Band al completo, con una sección de vientos y coral ampliada respecto a otras veces, empezaba el espectáculo.
Los primeros cinco minutos fueron terribles: aquello sonaba a demonios, sólo se oían los graves y muuucha reverberación. Sólo cabía esperar que lo arreglaran pronto, que no tardaran tanto como por ejemplo en el concierto de U2. Y así nos perdimos Badlands, una pena. Repusimos el ánimo y empezamos a disfrutar de las canciones de su último disco, enlazadas por su inimitable two, three, four ... , se empezaban a escuchar las guitarras (en mi opinión demasiado bajas todo el concierto), los vientos, y las cajas y platillos del gran Max Weimberg, el batería con aspecto de contable al que cogimos cariño la última vez que estuvo por aquí. Una curiosidad: tiene un grupo de nombre Max Weimberg 7 con el que ameniza el talk show One Night with Conan O'Brien de la televisión americana.
Bruce con Weimberg al fondo
Y pasaron las canciones, con sus altibajos hasta el primer momento emocionante de la noche, que fue la presentación de la banda. En un desastroso español nos introdujo a la banda, mientras comentábamos "qué profesional, demuestra mucho respeto intentando hablar en el idioma del país en el que está", algo (lo del respeto digo) que deberían aprender muchos otros artistas, desde novatos desconocidos hasta megaestrellas endiosadas. Y no fue la única vez: hablo de la crisis, del 15-M, de Clarence Clemmons y de su mujer que "no ha podido venir, se ha quedado cuidando a los niños".
Las canciones eran medios tiempos, pero no te podías despistar: en cualquier momento las reventaba con un cambio de ritmo que nos encabritaba. Ante un sexuagenario que suda la camiseta desde el primer instante, habla español, baja a tocar al público y lo da todo, sientes la obligación moral de corresponderle. Cuando pide que grites gritas, si quiere palmas las das, y si hay que mover los brazos se mueven. Lo que diga el jefe.
Además de Springsteen destacaron Jake Clemons y un fabuloso Neils Logfren, que hizo un espectacular solo en "Because de Night" de casi un minuto de duración (¿por qué no suben las guitarras? pensábamos).
Foto: Ferran Sendra
En cuanto al repertorio, en nuestra opinión lo mejor fue el Death to my hometown con su aire irlandés, Born to run, Waiting on a sunny day (con subida de niña al escenario incluida), la mencionada Because the night (compuesta para Patti Smith), y la fabulosa I'm going down con un arranque a la guitarra muy efectivo.
A las 0:15 dijeron adiós, saludaron y se marcharon. Ya queda menos para que vuelvan y verlos de nuevo. Todos los que asistimos sabemos por qué es el jefe y por qué hay que ir a verlo. No es sofisticado, no es innovador ... ¡¡¡ es rocanroll !!!
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