La espectacular noche de The Brew en concierto es difícil de describir. Dos horas de energía arrolladora que mantuvo a las casi doscientas personas que nos congregamos ante ellos boquiabiertos. Ese es el mejor apelativo.
Comencemos por el principio, porque teloneándoles aparecieron Orion, trío formado por componentes de otras dos bandas locales, que tuvieron la siempre difícil tarea de ir calentando un ambiente, como siempre, expectante. Pero, superaron con creces la prueba. Con su folk-rock de tintes sureños, causaron muy buena impresión ante un respetable predispuesto a pasarlo bien, teniendo su punto álgido cuando hicieron una versión muy digna de The Black Keys y su Lonely Boy.
A continuación, la apisonadora formada por Jason Barwick a la guitarra, Kurtis Smith a la batería y Tim Smith al bajo entraron en acción para hacernos vibrar desde el minuto uno con una incesante descarga de rock y una puesta en escena impecable. Lo primero que hay que destacar de The Brew es la presencia y saber estar de los tres miembros, que dejan claro sus años de tablas frente a una cercanísima audiencia que se metieron en el bolsillo a base de increíbles riffs e interminables solos indomables que salían de las cuerdas de Jason. Inconmensurable. Y una gran voz, por cierto, que en ningún momento se vino abajo a pesar de la cantidad de botes que daba sobre el escenario.
Ya sólo con ver la soltura con la que manejaban los instrumentos se disfrutaba del concierto. Six dead abría el show que, tema a tema, la banda iba a hacer muy participativo invocando en numerosas ocasiones a que les acompañásemos con ovaciones y coros. Era imposible mantenerse quieto. Pero, sin ánimo de ser reiterativo, el bueno de Jason hacía lo que quería con su despliegue de guitarras, dominando la situación y manejando palanca y wah wah a su antojo con la prestancia de un rockero experimentado, a pesar de su insultante juventud.
Desfilaron Sirens of war, Every gig has a neighbour (de pegadizo estribillo "turn it up"), Postcode hero (con sus paradas sincronizadas), Ode tu Eugene (trepidante y desgarradora guitarra), Crimson crystal raindrops (en el que, una vez más, participamos activamente como coro improvisado) y la celebradísima Kam esperada por todos), entre otras.
Durante la última parte del concierto, a modo de non-stop, fueron desfilando los temas sin darnos tregua pero, si hay que hacer una mención especial, sin lugar a dudas, es al tremendo solo de batería que se marcó Kurtis. Durante casi diez minutos, el resto de la formación despareció para dejarle el completo protagonismo a una auténtica máquina percutora. Un desbordante despliegue de improvisación a modo de tren de mercancías a toda velocidad, aporreando con una precisión que asustaba todos los elementos de su batería, llegando a deshacerse de las baquetas para continuar con sus propias manos. La sangre se nos puso hirviendo y estábamos todos con el grito en la boca a punto de lanzar exclamaciones por lo que estábamos presenciando. Demoledor.
Y, por supuesto, A million dead stars fue interpretada ante un público totalmente rendido a sus pies que, al terminar el concierto, se acercó a recoger autógrafos de los miembros que, amablemente, accedieron a estar mezclados con nosotros, recibiendo innumerables felicitaciones entre las que se encontraba, por supuesto, la nuestra.
Tan sólo me resta decir dos cosas: bien por la Sala Malandar de Sevilla y enhorabuena a Spyro Music por sus esfuerzos en traer buena música allá donde las orejas estén bien abiertas.
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